3.10.06

el orden

En el '97 visitaba con frecuencia una sucursal menor del Partido Socialista Popular sobre la avenida Alberdi, en Flores, y me llevaba a casa trípticos con la cara de Héctor Polino y fotocopias elegíacas sobre Alfredo L. Palacios. No votaba por edad legal y convicción cohn-benditista: la política está en parte otra, le repetía a mi entorno. Claro que a ninguno de nosotros, por ese entonces, le interesaba demasiado la política; a lo sumo, nos reuníamos alrededor de un librito plegable de no más de diez centímetros de ancho: los prospectos de los laboratorios Merck que encontrábamos sobre las heladeras de nuestras suegras y nosotros partíamos en cuartos iguales para acariciar, en el cóctel, la química sensación de un viaje.

Dos años después, y diez horas antes de lo que sería mi primer sufragio, debutaba también en las mieles del LSD.

Eran buenas épocas, aquéllas: sólo que tardaríamos dos gobiernos interrumptus en darnos cuenta de que el sueño caucásico no era más que otra eréctil utopía stalinista.

Juntábamos pastillas. Tres o cuatro variantes que oscilaban por lo general entre el valium, el alphlax, el lexota y algún antiácido tipo Yastá. Las partíamos en cuartos iguales. El barómetro pivoteaba entre un 0.2 y un 0.5 de ph, aproximádamente. Teníamos todo controlado. El propósito nos lo había enseñado nuestro puntero amigo: esperar unos minutos, largos, y superar la barrera del sueño. Del otro lado estaba el flash. Casi siempre llegaba un poco antes de que alguno se dejara vencer por la narcolepsia. Eran los flojitos. Los porongas esperábamos hasta quedar tontos y jurar que un equípo de químicos encerrados en el ambiente esterilizado de un laboratorio subvencionado por un Estado de Bienestar Armado representaban, lisa y llanamente, la Verdad.

En una de esas rondas escuché por primera vez la idea de que el término merca, con el que se nombra comúnmente a la cocaína, no es un derivado de, pongamos, mercadería: en la etimología popular ABC, la jerga provendría de ese laboratorio germano: merca por Merck, primer sintetizador en base del clorhidrato de cocaína.

Nunca supe si eso era cierto o era otra especulación intelectual de un amigo puesto que había visitado demasiados sites españoles sobre consumo responsable, legislación pro y curiosidades del palo, de esas que tanto circulan por los foros de internet.

Para el caso, toda nuestra variable de flujo se limitaba a eso: una línea más o menos rápida y no mucho más completa que los consejos y comentarios que ilustraban las frases hechas del viejo y querido Clarín Porteño.

...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

lo de la merca por merck, es verdad, se vendia a mediados del siglo pasado en las farmacias, suelta ó en los papelitos, en el centro de bs as, se conseguia dentro del diario critica de botana a $3.oo, y lo voceaban "de la buena", en un papel de l.gr. no lo vi eso por que no soy tan jovato, pero al que si conoci fue al viejo palacios, en mar el plata, en el hotel nogaro, todo vestido de blanco, con sombrero de paja y baston de caña, acariciaba el culo de todas las mucamas que pasaban por donde el estaba.(lo vi por ultima vez principio de los sesenta con su doble, coral)
saludos alejandro.

Anónimo dijo...

A veces me acuerdo de tener mi bicicleta en un baúl y dejarme llevar a flores, donde en un bodoke extraño pasabamos a mejor vida, y la seguíamos en el barrio de las boinas blancas.
A veces me acuerdo con una sonrisa culposa y otras con una nostalgia acogedora.
Ni reyes lagartos, ni lucía puliendo diamantes, ni nada, químicos en tu cerebro y tu sangre vuelve a hacer de color azul.
Quiero ser rey un rato y partirme la nariz.
Quiero ser plebeyo y partirme en dos y compartir.
Que lindo blog pibe
Beso!
P.

Anónimo dijo...

treinta?
sos vos?

Anónimo dijo...

Si mi querido amor imposible

Anónimo dijo...

bufa y kirchnerista...
el futuro de la patria...
abrazo grande