6.12.06

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"La candente medianoche de diciembre en la que Eduardo Feinmann recibió el llamado telefónico por la imperiosa agonía de Domingo Felipe Cavallo, que no se rebajó un sólo instante a la falta de sentimentalismo y al miedo, yo estaba tirado en mi cama, viendo Después de hora, y después de cinco años, sintiendo el reflujo nostálgico de los bocinazos chachistas, el hecho me dolió, pues comprendí que la incesante y vasta democracia ya se apartaba de ella, y que ese cambio era el primero de una serie infinita de instauraciones."

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