Más de una emoción me generó la entrevista que Magdalena (no, pará: detesto el uso cívico que se hace de su nombre de pila, como llamar simplemente Julián al insufrible de Weich) que Magdalenaruizguinazú, entonces, le realizó a Alfonsín para el Perfil del último domingo. Entrando al countdown de mi cuarto de siglo, es una sensación que no puedo evitar. Si alguna vez visitás España, puntualmente Galicia, y aún más puntual Lalín, te vas a encontrar con que en una de las plazas principales hay un gran monumento en bronce, representación figurativa de un grupo de hombres rompiendo las cadenas del yugo, dedicada a la independencia de Filipinas, precisamente de ese mini Imperio del Mal que es el Reino de Castilla. Un poco más abajo, vas a ver una plaqueta, también en bronce, dedicada al Dr. Raúl Ricardo Alfonsín. Padre de la democracia en Argentina, dice o algo así: me acuerdo sólo del concepto.
En cualquier caso, ver eso, con o sin countdown, también te genera una cierta cosita.
Por edad (parafraseando a Fito: nací en el '81 con Reagan a la cabeza) me quedé afuera de algo que no sé por qué me quedó grabado: la nota socio-emotiva que un diario de la ideología realista como Clarín supo hacerle a los jóvenes nacidos en democracia. Mejor dicho: a los que nacieron en la vuelta de la democracia según los manuales de la corporación española Santillana. Ergo, 1983. Entonces, por un año y pico, quedé en una especie de intermezzo generacional que, a decir verdad, los trabajos ignífugos de diciembre vinieron más o menos a galvanizar.
Para empezar, la clásica foto de Magdalenaruizguiñazú con su entrevistado: Alfonso, así gagá como se ve, con su saquito tejido de abuela gallega, está en mejor forma que su entrevistadora. Lo mismo para el plano no estético: Magdalenaruizguiñazú, como ya es costumbre, se limita a sintetizar al mango el sentido común de su club de fans no objetivo, engrandeciendo al ya enorme Alfonso que hace malabares para elevar el nivel de las respuestas. Ahí también se ve un estadista: la única que se quedó en los años del destape fue la periodista. Algo que no se puede dudar de Raúl Ricardo, más allá de los achaques con que llega a la nota: es un actor vivísimo y protagónico de la historia política macro, aquella que nos desvela para revelarse sólo como un mero tour literario.
Pero lo llamativo es otra cosa: si Alfonsín se sostiene es por una habilidad maravillosa: la casa en orden como una idea abstracta e indeterminada de la democracia: la política alfonsinista oblitera el espacio público por debajo de esa gran Idea: no hablo de lo opuesto a demagogia, porque es claro que el follie a deux que se le ataca al populismo, es el que regula también cualquier gestión, pongámosle un nombre, liberal de derecha. No hay político sin peso público y es algo que ya se defendió acá algunas veces: no hay, como quisiera Carrió, por ejemplo, pueblo adormecido, el gran trauma filosófico del siglo XX: en democracia, poder de la referencia en el contexto, no hay sino dialéctica capitalista.
Ya lo sé: me fui al carajo. Pero me preguntaba, qué pasaría si un putsch económico derribara a K antes de octubre de 2007. ¿Quién seguiría escuchando su remera, veinte años después?
La de Alfonsín, percudida y todo, todavía suena. Será que nací antes.
2 comentarios:
uh! yo pensaba leer remeras este verano, mejor espero hasta el 2026, entonces, y veo qué pasa...en cuanto a "la misma red" de abajo: tantas cosas para decir que ahorro: muy buen post para los que penduleamos en ese crítico n°2 que esbozás como causa.
slds!
La remera de Alfonso todavía suena, pues en verdad es un chaleco de lana de vidrio que cruje mas que Magda.
Se supone, además, que el vidrio sobró de lo que no alcanzaron a comerse algunos indigentes versión 85' del Plan Alimentario Nacional.
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