Ya sé que la memoria del hombre que lidera este blog se contradice con el siguiente post. Pero qué mejor que estos tiempos para comprender que las cruzadas a veces se invierten...
En el post anterior mencioné, y homenajeé, al juez Niño, ese juez que se está ubicando, HOY, a la vanguardia del debate legal a favor de la despenalización de la marihuana. Habría que aclarar que existen dos niveles distintos: uno es la despenalización, otra la legalización. La despenalización, a grandes rasgos, significaría determinar un tope legal (X gramaje) que sería permitido llevar consigo. Te para el polícia, vos tenés dos y medio, tres gramos, y no te pasa nada. La despenalización ingresa de lleno en el debate de la racionalidad -por eso sorprende gratamente que el juez apele al artículo 1º de la Constitución argentina. Más allá de los gastos burocráticos, es intolerable que en un país, donde por alguna razón (supongamos la más instalada de todas: la anuencia entre el narcotráfico y los gobiernos de turno) en un país, decía, donde no se registran, salvo por necesidades mediáticas que vengan a servir de paravalanchas para la opinión pública, arrestos de grandes traficantes de droga, es intolerable, repito, que sí se registren entradas a los pequeños calabozos de la División de Drogas Peligrosas de la avenida Belgrano de homo cualunques "atrapados" con un porro encima.
Pero, a su vez, en una suerte de enorme silogismo, la despenalización llevaría, sin tener por qué caer en las marañas teóricas de Carnap y los positivistas lógicos, a la legalización. Porque la despenalización significaría acabar con un sinsentido legal que confunde consumidor con vendedor pero niega el origen de ese consumo. Ojo: hablo del origen material. El despachante del objeto de consumo. La despenalización es necesaria de manera urgente para solucionar décadas de insolvencias judiciales y, de paso, abrir los ojos ciudadanos. Basta ver los "chistes" encubiertos en programas de tevé de alto rating juvenil, la cantidad de libros importados y de manufactura local sobre el tema cannabis que muestran las grandes librerías del centro porteño sabiendo que, si bien no son Harry Potter, tienen sí un gran segmento comercial, las remeritas de jamaica con la hoja de cáñamo que más de un cuatro de copas viste muy alegremente por la calle y en reuniones familiares, y que un inmenso porcentaje de jóvenes y no tanto consume marihuana asiduamente para ver cómo la planta de Jah está plácidamente instalada en nuestra sociedad sin que viejos vinagres de mueran por síncopes de degeneración.
La idea es, entonces, despenalizar YA y que el debate, el verdadero debate, comienze con la legalización. Sería hipócrita que me permitan tener un porro encima pero no les preocupe de dónde lo saqué cuando ese lugar es, supuestamente, el que dicen combatir. El debate es necesario para dejar de contemplar con resignación conformista el supuesto negociado narcos-gobiernos o la incapacidad de éstos últimos para combatirlos con viejos radares que sobraron de la fállida excursión a los indios malvineros.
No hablamos de un mundo mejor: varias tabacaleras son hoy dueñas de plantaciones de marihuana en Sudamérica esperando el día de la legalización para comenzar a vender sus paquetes de "Marlboro verde", discutir con los gobiernos las tasas impositivas que inflarían los precios, y proponer marcas de segunda mano, más baratos, tipo "Paraguayo" a $2,50 el atado, para no perder clientes.
Se trata de un paso en cierta racionalidad de la discusión, cultural y política... Creo.
En todo caso, y viendo el problema de las papeleras, podríamos utilizar el uso del cáñamo para fabricar papel como un salvo conducto diplomático que nos salvaría de metidas de pata históricas entre argentinos y uruguayos.
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