28.3.07

los hechos consumados -in-progress

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Parecía un funcionario de una dependencia pública pero hablaba idéntico a un profesor de la facultad y tenía siempre sobre la mesa un ejemplar del Cronista Comercial junto a una pila de carpetas de cartulina. Sonia aceptó el puesto de inmediato. Lo empezó con un entrenamiento: llegaba a las nueve y media de la mañana, todos los días, siempre en punto. Gentile se acodaba sobre la mesa, inclinaba el cuerpo a lo Bogart y fumaba. Era didáctico: visto desde afuera, cuando ejemplificaba –“te mareás, te confundís, decía, y cargás por error otro dato”- parecía una maestra de nivel medio: una profesora de una escuela primaria de Villa Crespo dando una clase de Educación Cívica pero particular: sólo Sonia, una Pentium 2 con el gabinete de color negro, tres sillas y un fax prehistórico. Ahora, ya a la distancia, el fax se identifica como un invento paradigmático de principios de la década del noventa, enciclopédico: parte de las nuevas palabras en uso como mail, outlet, shopping o neoliberalismo. Igual, se sorprendió un poco cuando le escuchó decir por primera vez la palabra neoliberalismo:
- Y también están los tipos esos que hablan todo el tiempo del Consenso de Washington –le dijo- ¿sabés lo que es el Consenso de Washington?
Fue un lunes. Ese día Gentile se pasó cuatro horas seguidas monologando sin parar -tan ineptas le parecieron sus ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición que las relacionó inmediatamente con la política. Sonia intentó más de una vez volver sobre los hechos sin ningún tipo de éxito. Aquellas primeras semanas en la oficina se le presentan ahora borrosas, con un cierto dejo de color velado y un gusto a polen húmedo adherido a los marcos de las ventanas de ese departamento del Microcentro. Como anulado. Como si fuera otra cosa.
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