23.2.06

héroe de la clase media

Con los años, las rémoras económicas del estudio De Mendiguren/Remes Lenicov parecieron adquirir la mitopoética del milagro en torno a la reconstitución de las capas medias de la sociedad. Económicamente situacionista, sin embargo, asiste a una leve recuperación de sus estilemas básicos en materia financiera. El desesperado griterío por el aumento del mínimo imponible es la lógica y única traducción posible tras el fracaso simbólico de la cruzada por la vida de nuestros hijos y la vuelta de los viajes a Río. Los que nos deslomamos trabajando todo el día lo sabemos: la cosa está mejor pero las vacas siguen flacas. Hay que mantenerse. Buscando nuevas entradas, estoy pensando en la producción de tarjetas alegóricas, tamaño postal, las cuales, acompañadas de graciosas ilustraciones, sirvan para poder regalarle a amigos, familiares y compañeros de trabajo, unas dulces palabras de aliento.
La primera tanda de la serie arrancará con esta hermosa frase:

"Un escritor es opuesto a lo que sería un fundamentalista suicida, ya que muchas veces sin encontrarle un sentido a su obra logra transmitir la idea de que vivir vale la pena"

Respetuosos de las leyes de derechos de autor, el 50% de las regalías irán destinadas al cráneo que la acuñó.

22.2.06

cuando filipinas se independizó de españa, los hombres comenzaron a quedar preñados...

Como despertando de un mal sueño, Viñas amaneció una mañana repitiendo sin sentido la misma palabra.

Oppenheimer. Oppenheimer. Oppenheimer.

Pobre
Por lo pronto, desde el C.C. Ronald Reagan, le enviamos un cálido abrazo a nuestro querido Andy y a su política del embrión.

20.2.06

rasta don't work for no CIA

Ya sé que la memoria del hombre que lidera este blog se contradice con el siguiente post. Pero qué mejor que estos tiempos para comprender que las cruzadas a veces se invierten...
En el post anterior mencioné, y homenajeé, al juez Niño, ese juez que se está ubicando, HOY, a la vanguardia del debate legal a favor de la despenalización de la marihuana. Habría que aclarar que existen dos niveles distintos: uno es la despenalización, otra la legalización. La despenalización, a grandes rasgos, significaría determinar un tope legal (X gramaje) que sería permitido llevar consigo. Te para el polícia, vos tenés dos y medio, tres gramos, y no te pasa nada. La despenalización ingresa de lleno en el debate de la racionalidad -por eso sorprende gratamente que el juez apele al artículo 1º de la Constitución argentina. Más allá de los gastos burocráticos, es intolerable que en un país, donde por alguna razón (supongamos la más instalada de todas: la anuencia entre el narcotráfico y los gobiernos de turno) en un país, decía, donde no se registran, salvo por necesidades mediáticas que vengan a servir de paravalanchas para la opinión pública, arrestos de grandes traficantes de droga, es intolerable, repito, que sí se registren entradas a los pequeños calabozos de la División de Drogas Peligrosas de la avenida Belgrano de homo cualunques "atrapados" con un porro encima.
Pero, a su vez, en una suerte de enorme silogismo, la despenalización llevaría, sin tener por qué caer en las marañas teóricas de Carnap y los positivistas lógicos, a la legalización. Porque la despenalización significaría acabar con un sinsentido legal que confunde consumidor con vendedor pero niega el origen de ese consumo. Ojo: hablo del origen material. El despachante del objeto de consumo. La despenalización es necesaria de manera urgente para solucionar décadas de insolvencias judiciales y, de paso, abrir los ojos ciudadanos. Basta ver los "chistes" encubiertos en programas de tevé de alto rating juvenil, la cantidad de libros importados y de manufactura local sobre el tema cannabis que muestran las grandes librerías del centro porteño sabiendo que, si bien no son Harry Potter, tienen sí un gran segmento comercial, las remeritas de jamaica con la hoja de cáñamo que más de un cuatro de copas viste muy alegremente por la calle y en reuniones familiares, y que un inmenso porcentaje de jóvenes y no tanto consume marihuana asiduamente para ver cómo la planta de Jah está plácidamente instalada en nuestra sociedad sin que viejos vinagres de mueran por síncopes de degeneración.
La idea es, entonces, despenalizar YA y que el debate, el verdadero debate, comienze con la legalización. Sería hipócrita que me permitan tener un porro encima pero no les preocupe de dónde lo saqué cuando ese lugar es, supuestamente, el que dicen combatir. El debate es necesario para dejar de contemplar con resignación conformista el supuesto negociado narcos-gobiernos o la incapacidad de éstos últimos para combatirlos con viejos radares que sobraron de la fállida excursión a los indios malvineros.
No hablamos de un mundo mejor: varias tabacaleras son hoy dueñas de plantaciones de marihuana en Sudamérica esperando el día de la legalización para comenzar a vender sus paquetes de "Marlboro verde", discutir con los gobiernos las tasas impositivas que inflarían los precios, y proponer marcas de segunda mano, más baratos, tipo "Paraguayo" a $2,50 el atado, para no perder clientes.
Se trata de un paso en cierta racionalidad de la discusión, cultural y política... Creo.
En todo caso, y viendo el problema de las papeleras, podríamos utilizar el uso del cáñamo para fabricar papel como un salvo conducto diplomático que nos salvaría de metidas de pata históricas entre argentinos y uruguayos.

14.2.06

que florezcan tres mil flores

El domingo, con Seba, discutíamos sobre la relevancia del llamado "rock progresivo" -relevancia que en mi caso, con sus honrosas excepciones, considero menor- y recordamos "Owner of a lonely heart". En realidad "recordar", en este tipo de casos, no me parece un término tan apropiado. Tendría que hallar otro verbo que diera mayor cuenta de una canción que, más allá de no ser demasiado fiel a sus autores (no, por lo menos, a su primer disco) se encuentra sólidamente instalada en el magma de los objetos culturales que trascienden las fronteras de sus respectivos géneros, compositores, épocas y/o búsquedas artístico-comerciales para descansar plácidamente en, por ejemplo, un compilado de Gustavo Luteral o unos enganchados de Pont Lezica.
El hecho es que hoy tardé bastante en darme cuenta de que era San Valentín. Cuando divisé a esa parejita, a las nueve menos cuarto de la mañana, en el atiborrado andén de la línea A en Primera Junta, él con su cara lavada y fisic du rol de egresado de la UCES, y ella todavía dormida, burlando la teoría enferma de Blanqui al portar una segura continuidad genética apenas actualizada con la cadena de su madre y un ramito de claveles en la mano, sólo supuse que se trataba de otra insoportable sinecdóque impositiva de aquello que los trostkistas suelen llamar "continuismo".
Después, en la oficina, alguien mencionó algo del día de los enamorados y caí en la realidad.
La realidad es que se debieron haber vendido bastantes flores en Buenos Aires -a instancias del fracaso de Sofovich que terminó por eliminar al oso Teddy del mercado argentino hace ya más de un lustro. Buscando por la red información acerca del nuevo disco de Destroyer, me topé con la posibilidad de enviar este Valentine's greeting a quien tuviera un mínimo interés en conocer a esta banda de canadienses a través de una humilde campaña de prensa en vistas al próximo lanzamiento y que todavía hace creer que ciertas operaciones de difusión son un poco más agradables y menos nocivas que el topples de Susana, a meses de firmar un nuevo contrato televisivo.
Hace por lo menos cinco días que Rubies es el único disco que escucho. No recuerdo exáctamente cuándo fue la última vez que sufrí de un ataque tal de (sobre) excitación con respecto a un nuevo lanzamiento musical. Quiero decir: muchos discos me conmovieron pero se me hace difícil recordar semejante vibración desde, por lo menos, la primera vez que escuché Radiator.
Destroyer es una de esas grandes bandas que, cuando queremos decir algo acerca de ellas o de sus discos, cualquier palabra termina fracasando frente a la sensación que se tiene al escucharlos en una noche de humedad, un viaje en colectivo, en subte, caminando por Talcahuano a las siete de la tarde, o viendo a los desnostados pibes del parabrisas recibiendo de manos de un trabajador sonriente el dinero que les corresponde por vender ramos de jazmines comprados a la vuelta del comité central de la Iglesia Universal del Reino de Dios.
Con escucharlos sólo una vez uno se tienta a cierta perífrasis fresaniana, de la que el grupo no parece exento, y que tal vez sólo signifique un paso más en mi impericia. La sensación de estar escuchando al hijo post-Pavement que, luego de una lujuriosa noche berlinesa, tuvieron David Bowie y Lou Reed, o que Dan Bejar es el Bob Dylan de Blonde on Blonde poseído por el espíritu de Marc Bolan tras mezclar brillantemente a Yo La Tengo con Mercury Rev, es una sensación velozmente absorbida por el poder de canciones como la que titula el disco, la que aparece en el título de este post o, sobre todas las cosas, European Oil, uno de los temas del año, y que tiene el poder vital de condensar en poco menos de cinco minutos de música el gusto cromático que debe tener el aceite de una flor cuando se la abandona varios días en un vasito con agua destilada por un purificador.
Escuchar Rubies en un colectivo un 14 de febrero es una experiencia recomendable -lástima que sólo pueda suceder o pasar, simplemente pasar, una vez al año. Así se hace más permisible vislumbrar el panorama de esa ordalía de muchachos enfundados en remeras estampadas con frases en italiano, extraídas de alguna publicidad televisiva o de la lela picardía del argot Creamifields, como ésa que dice Doping+, mientras un juez de apellido Niño le devuelve a Página/12 la posibilidad de tener una tapa inconfundiblemente progresista. Es curioso ver cómo este juez, además de apelar a los artículos 14 y 19 para defender la despenalización de la marihuana, recurra al primero de la Constitución, aquél de la forma repúblicana de gobierno y de la racionalidad.
Otra hubiera sido la historia si el fiscal Marijuan hubiese reemplazado a Teresita de Anchorena en la lista de Lilita.
Para los enamorados, entonces, y para el juez Niño, va dedicada esta canción de Raphael:
!Ay! Sandunga
Sandunga tu amor yo quiero
Si no me lo das Sandunga
Sandunga de amor me muero!

¡Ay! Sandunga
Sandunga no seas tan cruel
Y no me niegues Sandunga
Tu boca que sabe a miel

Me paso la noche en vela
soñando que soy tu dueño
y luego por la mañana
comprendo que ha sido un sueño

!Ay! Sandunga
Sandunga tu amor yo quiero
Si no me lo das Sandunga
Sandunga de amor me muero!


(...)

8.2.06

"dejá, esta vuelta de JB la pago yo"

Sí, a mi también me gustaría tomar como una gran broma muchas de las elecciones sobre los títulos más significativos de la literatura argentina de los últimos 25 años que apareció en el nuevo número de la revista Oliverio. Pero también hay ciertos puntitos llamativos -sino fuera porque no llaman a casi nadie: mucho Fogwill, Aira con timídez, poco, poquísmo Lamborghini (Osvaldo). Será que -atención Ñ- todavía queda una generación por venir -aunque algunos reflejos ya se empiecen a asomar. Por lo pronto, me queda una rara impresión, a saborear mucho más allá de las limitaciones propias de una encuesta, y es que lo peor de la pose "aparato ideológico de resistencia" (leáse progresismo) y lo más berreta de la resaca cacerolera (leáse "Asamblea Barrial Enrique Pinti" o el "voto de masas" que en la última elección de octubre sacó el Partido Obrero) puede llegar a hacer estragos en la literatura. Pienso: eso o el fan club de Aira -para el caso es lo mismo. Resulta interesante ver la cantidad de menciones a Los Sorias incluyendo la de quien, entre paréntesis, aclara que todavía no la leyó. Es natural -de ahí al catálogo de Sudamericana o Anagrama.... Ojo: comparto bastante las elecciones de quien dijo ésto tanto como la de quien, en la edición impresa de la revista, cerró su texto con la frase que tomé prestada para titular este post. Y eso que Olguín dijo hace un tiempo, en aquélla famosa y horrenda nota de tapa que se mandó la Ñ buscando una polémica pelotuda alrededor de la nueva generación de escritores, algo que me quedó repiqueteando:

"Para mí no hay una cuestión programática, uno no escribe en función de la realidad. Eso uno lo puede hacer tranquilamente desde el periodismo. Sí siento que ella entra al texto. Yo no me di cuenta, pero en mis tres novelas, los malos siempre son la policía bonaerense. Y en el caso de mi tercera novela, El equipo de los sueños, cada vez que lo veo a Blumberg en la tele, me siento contento de haberla escrito, porque siento que es otra posición absolutamente distinta con respecto a la violencia. Pero cuando la escribí pensaba en cosas muy literarias; de hecho, estaba muy metido en La Villa, de Aira, que para mí es una novela detestable, de derecha."

Se me ocurre algo: propongo listar los cinco acontecimientos a nivel nacional más significativos que hayan influenciado directa o indirectamente a la literatura argentina de los últimos 25 años (tanto lectura como escritura)
Y guarda: sé que -aunque si me apuran me quedo con Duhalde- las encuestas sirven tanto como esos test de Rorschach donde uno dice ver una amapola o una rosa obsoleta donde claramente hay un sorete de golden retriever sólo para tratar de engañar al psicólogo...

espíritu de época

Por Mi pobre angelito I
Por el video de Sonic Youth
Por ese rostro escaldado por la colonia after shave y la ambición de los otros
Por todo

3.2.06

la morsa era pablo

No puedo dejar de notar, con no poco asombro, que todas las personas que confunden mi nombre me llaman Pablo. Es una constante. Todo aquél que alguna vez supo mi nombre de mi boca o por terceros y luego lo olvida por la falta de costumbre me llama Pablo. Según una repetida anécdota contada por mi señora madre, Pablo fue una de las alternativas que se barajaron a la hora de bautizarme hasta que finalmente quedó descartada. Varias décadas después, el único nombre con el que se me reemplaza cuando olvidaron cómo me llamo es Pablo. Nada de Damián, Darío, Demetrio o Dalmiro, nombres que por la sóla presencia de la dental inicial llevaría a una confusión más justificada. Es metafísica. Ojalá la distancia alguna vez me brinde la respuesta a la cual, hoy por hoy, soy incapaz de alcanzar. ¿Pablo se parece a Diego? ¿O será que el trato con los otros me obliga, de tanto en tanto, a recordar la flexión condicional de mí mismo?