1.8.06

la ficción política II


Por historia entiendo otra cosa. O sea: madre pequeño burguesa que en los años de plomo de los años no sabía nada, maestra jardinera de escuela pública de Villa Lugano, votante radical, anti peronista, porque en la época de Isabel te obligaban a poner una foto de P. en todos los comercios y mi abuelo, que había sido cafetero del Viejo, contrabandista de cigarrillos en una banda liderada por el segundo de José María Guido, también, también es radicheta, mejor: alfonsinista, en cambio padre europeo, nacionalista, afín al sindicato único de separatistas de una república anexada por el imperio castellano, tan ácrata que nunca se le dio por terminar la universidad, que casi termina cura y salió agnóstico, él, se vino a fines de los setenta y le dijo la posta de lo que estaba pasando, él, cedió y se casó por iglesia, madre católica por creyente, él era -es- contrera porque Perón le vendió granos a Franco y entonces era fascista, y por él no hay izquierda argentina, marxista, ¿no?, él, que no me hablaba en español sino en su lengua, me mostraba fotitos del Che, me hablaba, bien, de Lenin, Fidel, el último capítulo del siglo XX, decía, en la mesa: todos los policías son botones por naturaleza, y ella, no, ella trabajaba y entendía, votaba a Angeloz, al Frepaso y a la Alianza, prefería a Graciela, porque conocía el ámbito público, y nosotros, afiliados a IMOS, nos atendíamos en el Muñíz, donde una vez de chico vi una cucaracha volando, mi pediatra, mismo apellido que la interventora del Pami, nos atendía de onda, porque había dejado de atender a IMOS, IMOS no pagaba, entonces, en casa, la premisa era: podemos no tener cualquier cosa pero no podemos no tener cobertura médica, y un día nos pasamos a la prepaga del Italiano, y todos festejamos cuando lo metieron en cana a Menem, el hijo de puta que pregonó: la política es el arte de lo posible.
(...)

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