Nelson me tomó fuerte de las muñecas y me dijo que si alguna vez me pasaba algo, vaya a Reconquista 630 y pregunte por Gerónimo Venegas. No sé qué hora era pero llevaba ya bastante tiempo parado en la Plaza, frente al Cabildo, envidiando a los muchachos de UPCN por el balcón que habían conseguido y esperando que de una vez por todas salga Kirchner a apagar la voz capa media de Alejandro Lerner, puro rock nacional y argentino. Por suerte, Nelson me entretuvo. Esperaba a la columna de UATRE y venía de trenzarse en un abrazo de reencuentro con el menchevique Bonasso, de quien se llevó una foto que me mostró en la cámara digital que llevaba abrochada a la cintura. Había militado con él y Nilda Garré y conocía a Lupo de sus estancias en Santa Cruz en la década maldita. Lo primero que me dijo lo repitió varias veces durante toda la conversación. Kirchner es un gran imitador de Perón. La plaza no estaba para ponerme a pensar en esas cosas.
UATRE es el sindicato más grande del país, y entre afiliados y monotributistas, el de mayor grueso de cobertura sindical. Nelsón me contó que varias veces le habló bien a K de Venegas, reelecto Secretario General de las 62, pero a Lupo no le cierra porque representa a la vieja política. Me contó de sus exilios, de cómo lo confundieron con un etarra en Barcelona, de sus encuentros con Bayer en Hamburgo, de que él también aparece como extra en la Patagonia Rebelde. En un momento un amigo nos interrumpió, me sacó de la charla y me preguntó entre sonrisas si Nelson me estaba comiendo la cabeza. Le dije que no. Cuando volví quise saber más acerca del sosías del Pocho. "Sólo él puede hacer ésto", me dijo. Después me aseguró poder recitar de memoria el discurso del '74 y cómo rajaron mientras los sindicatos les tiraban baldosas. Yo busqué una gesticulación lo suficientemente clara para dejar establecido que no quería escucharla. Me harta, me atosiga, me pudre cualquier forma retórica de clausura. Prefería que me cuente por qué él creía que K es capaz de limpiar el Movimiento aunque su problema, me aseguró, es su ambición. Ahora, cuando me quiero acordar de la Plaza, me doy cuenta de que no hay mucho para decir. Un magma físico y seminal que hoy no termina de ser nunca la Política. Por lo demás, mi gimnasia previa había consistido en una negación absoluta a cualquier modus tollens periodístico, sumado a una recopilación linneana de los afiches. Manolo Quindimil, Cacho Álvarez, Frente Grande, Movimiento Evita, la sorprendentemente lacónica convocatoria del Ova Mércuri: de él esperaba algún consejo medioambiental del estilo "Cuídese del sol. Osvaldo Mércuri". Nada.
Del discurso, pobre, yo también esperaba algún anuncio. La nacionalización del carozo, qué sé yo. Nada. En tres años, Kirchner logró convocarme a demasiados actos proselitistas sin saber exáctamente qué es el proselitismo. Éste, en cambio, fue el acto donde menos gente conocida encontré. Definitivamente, hay una clara brecha funcional entre el establishment de la memoria y una convocatoria popular y orgánica por el Tercer Movimiento Histórico o lo que carajo fuere. Algún tipo de clientelismo debió haberme llevado hasta ahí.
El discurso en sí lo escuché después, en TN. En la Plaza, no se distinguía nada. Cuando se fue K y antes de dar comienzo a un insoportable Víctor Heredía, acompañamos la marchita. Después, un viejo con una gorra de camioneros, o del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, o de Romano Prodi, se despachó con una síntesis genial: "Perón / Evita / La Patria PERONISTA". Lo miré con una sonrisa. Él, con una risa desdentada, se me acercó señalándose el brazo derecho con los dedos en V. Me dice: "hay que hacerlo con esta mano, con la otra no. A ver si todavía se dan cuenta".
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