20.6.06

el limonero real


Una obsesión: la entrevista que le hicieron González, Sevilla, Alonso, Vernetti y Peirone a Juan José Saer para la Revista Lote es vieja pero tiene mucha tela. El párrafo que recortó S.L., por ejemplo, es también uno de sus momentos más jugosos: Saer permitiéndose un recreo en su obrerismo literario –cuyo pináculo morenista podríamos encontrarlo en El concepto de ficción- para salvar así a Piglia de la irrigación de desprestigio académico que conlleva el Premio Planeta. Claro. Ni sopando una galleta al infinito, el autor de Cicatrices podría imaginar que el principal estadista de la literatura, el más republicano de nuestros autores, se enterraría en la glosa torpe de una cláusula contractual. Todo bien: en el espejo de la época, cada cual labura su imagen como puede.
Igual, creo que sobre esto, Charlie Feiling ya había dicho algo al respecto y lo había dicho mejor. El actor que, desde las sombras, se sentó a entretejer, a subrayar como un Luis Antonio Sullo, a armar, en fin, toda la cadena de correspondencías, lecturas, confrontaciones, zonas de confluencia de la joven historia literaria argentina para armar la versión democrática -en el sentido de tipo instituído de gobierno- de su relato y, por lo tanto, porque lo hizo indivisible, también de su producción. Ése fue Ricardo Emilio Piglia Renzi. Ése fue el quid: como en los primeros cien días de gobierno épico (lo que empieza en diciembre del '83 y no termina, y no entedemos) hay aglutinación, hay concesión arrellanadora, supresión del conflicto. Borges, Arlt, Sarmiento, Gombrowicz. Lo que por un lado fue la República, en el otro fue la borgeana "orillas". La semántica es similar. La Literatura está en orden. Pero, otra vez, aparecen los mismos derechos que tiene un gobierno cuando instala su relato: toda generación literaria tiene el derecho de armar/producir esa cadena semántica: con literatura, una generación. ¿Cuál es el beneficio de la épica? La Movilidad. En lo personal, descreo de la literatura política ("Soy un alfonsinista de izquierda" decía Tomatis desde la rive gauche del Paraná). Mientras tanto, me cuelgo leyendo y releyendo el artículo de Analía Capdevila, durante la semana de homenaje afrancesado al gran Georgie, en el último número de El Interpretador:
En principio, Arlt retoma —sobre todo a través del discurso del Astrólogo— ciertos momentos del pensamiento de Sorel: concretamente, una teoría de los mitos como motor de la revolución y la violencia como instrumento necesario. Pero hay, creemos, una afinidad tal vez más profunda entre ambos autores, que tiene que ver con una actitud o con un gesto —una posición política tomada— cuyo punto de partida es el siguiente: la función de la violencia es llevar las condiciones de la realidad hasta el límite de lo posible en un determinado momento.
"La democracia coloca inevitablemente a cada político a la izquierda de sus bases", dice o reproduce Martín en su blog. Toda generación tiene el derecho de construir o destruir (o deconstruir, dicen los chicos que bautizan Derrida a sus gatos) una época con sus mismas herramientas.
No sé. Al fin y al cabo, así como me gusta el Mundial por el aviso de CTI, me gusta esta época por el del Banco Provincia.
Pero eso es otra cosa.
(...)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno

Anónimo dijo...

y creia que yo era real