12.7.06
la ficción política, primera parte
Hago una biografía experimental sobre mi kirchnerismo: en 2003, en marzo, voté al Frente para la Victoria. Fue un voto buscado aunque no dejaba de interrogarme: en el fondo era la primera vez que votaba al pejota. Mejor hilvanado, era la primera vez que votaba al peronismo, a candidatos que representaban a algunas de las formas que entiendo del peronismo. En el '95 acompañé una caravana del Frepaso, a la salida del colegio, con Bordón, Chacho y Graciela; me llevé unos volantes, un afiche que pegué en mi pieza y la ilusión de derrocar al menemismo, con la idea que se puede tener a los quince años, en 1995, en una casa donde se leía el Página de Lanata y el menemismo era una obscenidad que ni siquiera nos había derramado un mínimo beneficio económico. Voté por primera vez en 2001. Presidenciales. PC+MST. Repetí la fórmula una o dos veces hasta que empezé a pelearme con los nenes rentados y vino el autonomismo, el flirteo situacionista con la retórica de derecha, Hegel, Blanqui. Por esa época las pintadas eran "El país tiene cura" o algo así pero a la hora de votar corté boleta por Alfredito Bravo para que no ganara Béliz: en la versión local del Bush-Gore / Calderón-López Obrador, ganó el ecologista ofidiófobo: cuatro años antes, de visita en Argentina, mi tía española y bióloga le regalaba a mi viejo el libro con la plataforma electoral y hug-a-tree de Nueva Dirigencia. Era 1997.
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