8.7.06

las plateadas cruces de black sabbath

La diferencia entre Astrid y la chica que vio anoche con la remera del disco de los Beatles era programática. Para empezar, Astrid representaba una seducción anticuada. Mal que mal, Marcos se esforzaba. Estaba intentando reflexionar cuando ni siquiera había tenido tiempo de tomar un café. Llegando a la esquina, se le cruzó por la cabeza. La travesti aquella lo miraba desde el marco de la puerta mientras se acomodaba unos centímetros el top blanco. Ella y el grupo que siempre paraba en la esquina acababan de poner una suerte de clínica clandestina en una casa de puerta metálica para garantizarse la infinitesimal cobertura de un centro de salud. Marcos todavía no entendía cómo estando ellas trabajando a sólo veinte metros de ahí, un grupo o un par de personas habían podido pintar con aerosol el frente de la casa con cruces negras y un viva cristo rey. En la retórica de sus vecinas, cronológicamente anticuadas pero antentas al lenguaje de moda, no cabía la mínima posibilidad de parcialización.
La idea había empezado a girarle por la cabeza: pegar la vuelta y volver a casa. Podía llamar a la oficina y simular una descompostura. Especulaba con la condición improbable del síntoma: difícil de recetar y contradecir, a diferencia de unas líneas de fiebre o un embrión de faringitis leve. En eso Marquitos era brillante. Para el caso, un médico laboral no se iba a jugar la cabeza: negar la condición de inhabilitado, arriesgándose a una recaída grave del empleado en horario de trabajo porque el profesional no le autorizó el reposo, exponiéndose él mismo y la clínica a un juicio laboral. No: no existe la excepcionalidad en el largo plazo. La ropa con la que había dormido esa noche seguía tibia en el suelo: esperarlo así vestido era una prueba de apoyo importante para demostrar que apenas pudo salir de la cama.
Prendió la hornalla, puso la pava en el fuego y sacó la manteca de la heladera para que se ablande. Quería escuchar música. Ya sin el automatismo de las cinco horas diarias, deseaba elegir puntualmente la banda de sonido. Mientras buscaba, tarareaba una canción de los Abuelos de la Nada; buscó mejor y encontró un compilado grabado ya no se acordaba por quién. Desde la cocina se escuchaba el inicio de Costumbres argentinas. Volvió al equipo y adelantó al siguiente tema. Hay canciones vencidas, que ya no dejan ni el sabor de lo que fueron, demasiado asociadas a programas de televisión o novelas mal planificadas que inevitablemente contaminan sus notas. Pensó: o a una época determinada, y se acordó de esa canción de Diego Torres que usaba como cortina un programa periodístico ligado a la derecha mientras bajaban al gobierno de Chupete.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Loco hay algo qe no entiendo, seducis con los titulos (aguante sabbath) y las fotos (si los clash) pero no entiendo lo que escribis , por que? por que?? 3

Anónimo dijo...

no tengo la más puta idea